The Shadow Café

1ª Acción

El día ha sido largo y gris, como si el aire se hubiera vuelto denso y se negara a llegar a su final. La atmósfera plomiza cae sobre la gente que se afana en su ir y venir, como si no se diera cuenta de que la tarde ha caído y la jornada está a punto de expirar su último aliento. El sol apenas se ha atrevido a salir en todo el día y los pocos tímidos rayos que se han logrado colar a través de la espesa manta de nubes no han conseguido despertar un día oscuro como el de hoy. Parece uno más de esos días interminables que pueblan la vida de las grandes ciudades: las mismas calles, los mismos coches, las mismas personas. Aunque ahora la tarde se presenta algo más fresca y más allá de las nubes se adivina un sol rojo que augura más calor para el día siguiente.

La ciudad cada día es más ruidosa. Las calles comerciales están cada vez más atestadas de personas inquietas que se empujan en su lucha por avanzar. A pesar de lo tarde que empieza a ser, el ritmo no ha decaído. La gente aún se apelotona deseosa en los pasos de peatones, a la espera de la señal que les permitirá avanzar; los coches aún rugen delante de los semáforos, ansiosos por ver el verde que les dará la libertad para moverse; y las tiendas aún se mantienen alerta, aguardando a ese último cliente que les completará un día redondo.

Las calles transversales y paralelas están algo más despejadas, aunque el bullicio de la ciudad hace eco en sus paredes. Ahí hay menos transeúntes, sólo alguna que otra persona que, con paso rápido, esperan llegar ya a casa o algún despistado que no recuerda dónde ha aparcado el coche. Los menos pasean tranquilamente mirando los escaparates de las pequeñas tiendas que se ocultan entre los portales de los edificios.

Y ahí, oculta, escondida de la vista de la mayoría, se encuentra ella. Pequeña, oscura, casi invisible, se pelea con los edificios colindantes por un hueco propio. No llama la atención, es más, parece querer pasar desapercibida, como si le diera vergüenza el que la gente la viera. Su escaparate oscuro apenas deja entrever unas luces titilantes en el interior. La puerta pequeña y sobria está levemente abierta, como si invitara a entrar tímidamente. Un pequeño y austero rótulo descansa cansadamente sobre el dintel. Las letras barrocas se dibujan finamente con trazo rápido y limpio. Es un nombre extraño para una tienda tan extraña y enigmática: The Shadow Café.

Es un lugar distinto, uno de esos sitios que no dejan clara su intención. Es atrayente, místico, pero a la vez invita al recelo. No parece un rincón habitual en una gran urbe. Su aire enigmático atrae irrefrenablemente a su interior y su pequeña puerta se entreabre para aquellos que se atrevan a pasar.

#1

Alex llevaba unos días raro, sabía que su vida tenía que tomar otro rumbo, pues vivir de noche no es nada recomendable y tantas actuaciones en conciertos y actividades delictivas durante la madrugada, delante de su monitor, acaban por convertirse en costumbres autodestructivas.

Dedica mucho tiempo a dormir, de hecho, hace semanas que no ve la luz del sol, puesto que de día no se levanta de la cama, su verdadera vida comienza cuando el sol se pone. Esto le ha llevado a convertirse en un tipo algo reservado, que requiere una dedicación significativa para ser abordado socialmente.
Acaban de echarlo del grupo de música en el que estaba, ya que pasaba de ir a ensayar, "¿por qué no podemos ensayar de noche?", preguntaba.

...

Una noche fría, no solo por el clima, sino por el silencio, esta vez exagerado, de la ciudad dormida, Alex decidió salir a la calle, pero esta vez no iba a tocar en ningún concierto, esta vez no iba a trapichear con programas pirata, de hecho, esta vez no sabía a dónde se dirigía...

Como de costumbre, anda casi arrastrando los pies, en un desesperado intento de no tener que hacer esfuerzos para desplazarse, es así de pasota y nadie lo va a cambiar ahora. Su equipación, la de siempre, una guitarra eléctrica que incomprensiblemente lleva siempre a su espalda y el iPod conectado a unos cascos de DJ con los que normalmente evade el bullicio de la calle. Pero esta noche parece que no le va a hacer falta, esta noche es especialmente silenciosa, casi tétrica, incluso él, parece extrañado.

Bajo la capucha que cubre su cabeza y su media melena desaliñada, se pudo apreciar en su rostro la duda, cuando se topó con una calle tan lúgubre, que ni los vagabundos se atrevían a habitar, las farolas tenían miedo de alumbrar y los pocos coches que había, habían perdido su nombre, a la vez que sus ruedas.

Lo más extraño, es que durante los 2 meses que ha vivido en esa zona, nunca se había percatado de que existiese esa calle, en ese lugar. No se lo pensó dos veces, avanzó adentrándose en ella, como si fuese su segunda casa, hasta la cocina. No tardó en divisar el edificio más extraño, a la par que pequeño, que en ella se alojaba. Un sinuoso local, con un rótulo bastante rudimentario, con unas extrañas letras, de un estilo que Alex desconocía, donde se podía leer claramente The Shadow Café.

Una puerta tímidamente entreabierta le invitaba a entrar...... en otra ocasión, habría seguido de largo, porque le esperaban sus compañeros de grupo para tocar en algún garito o algún comprador con dinero en los bolsillos, pero Alex sabía que esa vida estaba empezando a cansarle... para cuando quiso darse cuenta, ya estaba dentro.

#2

Bip, bip, biiiiip.....

Con gran pesar dejo de leer uno de esos libros que tanto me sumergen en otra vida y miro cansinamente el pequeño reloj de mi mesa, las 20:30, hora de ir echando a los ignorantes estudiantes que se esfuerzan por aprender todo a menos de 24h del examen y que, a pesar de que no habrán comprendido ni un tercio de lo que han estudiado, saldrán con deseo para meterse fugitivamente en un garito a emborracharse. Aggg! Sólo de pensarlo se me revuelven las tripas. Odio ese tipo de antro en el que la juventud va a beber, “ligar”, etc, intentando huir de una vida que vale como un cero a la izquierda, en lugar de aceptarlo y vivir con ello. Está clarísimo que en este mundo estamos para sufrir continuamente, hagamos lo que hagamos.

¡Por fin! ¡Ya salió el último ignorante!. -¡Scarlett!- me llaman desde la otra punta y voy con ligereza a ayudar al conserje. Cerramos las puertas principales de la Biblioteca Municipal y con la misma rapidez voy al baño de señoritas. Cuando entro no puedo evitar mirarme en el espejo y sentir repulsión ante lo que veo: una chica de tez pálida, pelo muy negro recogido en un moño y un traje de chaqueta azul marino con una blusa blanca... Inmediatamente tiro de mi coletero y dejo que mi pelo caiga sobre los hombros y que el flequillo ladee sobre mi ojo derecho, atrapo mi mochila y saco mis hermosos pantalones de pitillo de cruz baja, mi blusa rosa, mi cazadora con capucha, mis guantes de punto, mis Converse de distinto color.... Ufff, ¡ahora sí! Solo queda que me pinte un poco la raya negra del ojo y ¡listo!.

Cuando salgo por la puerta trasera de la Biblioteca son las 21:00 y aún hay muchísima gente en la calle principal. El día nublado y el aire muy consistente, los últimos rayos del sol luchando por pasar entre las acorazadas nubes en vano, todo promete una noche diez. Me pongo mis grandes auriculares (que me ayudan a aislarme de este mundo), aprieto el play de mi mp4 y.... suenan ellos: My Chemical Romance- I’m not okay. Su sonido me envuelve y echo a andar apenas siendo consciente de ello, pero sabiendo a donde se dirigían mis pasos.

Por fin estoy al frente de ella, The Shadow Café, así recita su pulcro cartel. Me quedo embobada mirándola, es tan sobria, tan oscura, tan apartada del mundo, tan PERFECTA!. Siempre, al salir del trabajo, pasaba por delante de ella y me moría por entrar, pero justo cuando me impulsaba hacia su puerta había algo que saltaba en mi cabeza y me impedía que pusiera un pie dentro.

Miro con desasosiego a mi alrededor, y con gran sorpresa veo a un chico con aspecto taciturno, que también escucha música y que lleva una guitarra a su espalda, no me percaté de su presencia hasta ahora y, en lo que dura un breve parpadeo, desaparece, introduciéndose en la tienda. Le miro asombrada y me adentro en ella también. ¡Por fin dentro!

#3

-La joven Chikane, está apoyada en una pared de aquél callejón desde horas antes, donde apenas da la luz. Está escuchando música con sus auriculares, enchufados a su PSP. Tiene la cabeza baja y ambos ojos cerrados, se encuentra concentrada en su música. Entonces, se percata de la entrada de aquel joven, y alza su mirada hasta él, observándolo con su ojo derecho, ya que el izquierdo está tapado por su flequillo. Entónces, divisa la guitarra del chico, e instantáneamente, voltea su mirada a su propia guitarra, apoyada en la pared a su derecha. Vuelve a mirar a donde estaba aquel chico, pero se percata de que este ya no esta ahí, y se da cuenta de que ha entrado en un sitio en el que ella siempre ha deseado entrar, mas nunca lo había hecho. No sabía porqué. Justo entonces, ve a una joven, que se dirige a aquel lugar igual que el joven anterior, aquel lugar llamado The Shadow Café. Ve como la chica entraba por igual en dicho lugar. Entonces, da un paso hacia alante, sacando ambas manos de sus bolsillos, toma su guitarra con su diestra mano, y se la coloca en su espalda y ajusta la correa de la funda. Entonces, comienza a caminar hacia la entrada de aquel lugar, por el que habí pasado tantas veces, en el que había tenido ganas de entrar tantas veces, y en el que nunca se había dignado a adentrarse. Pero esta vez, sería distinta. Camina lentamente hacia la entrada. Saca su PSP y detiene la música, guarda los auriculares y dicha consola en el bolsillo izquierdo del abrigo negro que lleva. Nota como el corazón le palpita muy rápida y fuertemente. Entonces, agarra con su mano derecha el pomo de la puerta del The Shadow Café, dispuesta a empujar la puerta, entonces, lo hace, y se adentra en dicho lugar.-

#4

Se hacía tarde, la noche caía pesadamente sobre la ciudad. Había mucha gente en la calle, incluso el tráfico estaba saturado. Tanto bullicio empezaba a darle dolor de cabeza.

Había hecho un largo viaje siguiendo una información que resultó falsa. “Tiempo perdido” – Suspiró. Subió a su deportivo nuevo y se observó en el retrovisor interior. Sus ojos le devolvieron una mirada cansada, se apartó un mechón de pelo de la frente. Nadie diría que un joven millonario como él llegaría tan lejos por un puñado de respuestas. Esbozó una leve sonrisa y arrancó el coche.

Tiriti~ Tiriti~ - Comenzó a sonar una animada música en el móvil.

“¿Sí?” – Contestó.

“Señor, esperamos órdenes, ¿Qué quiere hacer?” – Se escuchó en el teléfono.

“Nada, dejadme solo, tenéis la noche libre”

“Pero señor…”

“Clic” – Colgó el móvil y lo apagó. Agradecía el esfuerzo que hacían esos muchachos por protegerle, pero no quería saber nada más de nadie por hoy, solo centrar y aclarar sus ideas.

Los últimos viajes habían terminado por hacerle perder el rumbo, pero estaba seguro de que ahí, en esa ruidosa y abarrotada ciudad, encontraría algunas respuestas. Así se lo había asegurado aquella extraña persona en el otro lado del mundo, pero quizás solo eran las palabras de un loco, y él estaba dando palos de ciego en el lugar equivocado…

Aceleró su magnifico deportivo, rebasando muy por encima la velocidad permitida, hasta perderse por las calles de la ciudad. Después de algunas horas decidió parar a tomar algo, un café que le mantuviese despierto, o un copa quizás, para olvidar estos últimos y complicados años…

Bajó del coche y observó el lugar donde se encontraba. No era como las demás calles, de hecho no sabía si estaba en la misma ciudad, al menos no lo parecía. Su traje de Armani y su coche desentonaban totalmente con el entorno. Allí las sombras se esforzaban por ocultarse de la luz, no había nadie cerca, nada abierto, y apenas se escuchaban los ruidos de la gran urbe. Una extraña sensación recorría su cuerpo solo por mirar ese lugar, como si su propio ser se negase a estar allí, pero a la misma vez sentía que algo le guiaba al interior de la oscuridad. Normalmente volvería a su carísimo hotel, a tomar unas copas con cualquier muchacha de sonrisa fácil, pero algo había llamado su atención, y sabía que no podía volver atrás.
No estaba a simple vista, de hecho podías pasar de largo y no darte cuenta de su existencia, pero ahí estaba, un pequeño lugar lejos de las miradas curiosas. La puerta estaba levemente abierta, invitando a pasar, y una débil luz le atraía a su interior. En el letrero se podía leer “The Shadow Café”.

“Tal vez encuentre alguna respuesta por aquí, parece la clase de lugar en la que todo es posible” – Dijo en voz baja, y se apresuró a entrar.

#5

Un, paso. Otro. Otro más. Las botas resonaban en la calle; solitaria, silenciosa, armando un pequeño escándolo con las hebillas sin abrochar. El paso era casual, rápido, enérgico. Con una sonrisa en la cara, y los ojos brillantes, parecía que esa chica no encajaba en aquel lugar. Estaba por allí de paso. Le gustaba salir a dar paseos en el crepúsculo, en busca de pequeños remansos de silencio y oscuridad en esa bulliciosa y comercial cuidad. Caminaba sola, sin música; observándolo todo con ojos curiosos y pensando en mil tonterias. Sus ojos bailaban de un lugar a otro, buscando pequeños 'tesoros'-cualquier cosa: gatos, un cartel curioso, un graffiti- escondidos en las fachadas de los edificios y bajo los coches. Así se halló delante de la puerta de The Shadow café. Le llamó la atención, y tirando con fuerza de la puerta, la abrió; haciendo sonar la pequeña campanilla que colgaba de ella. Y cuando estaba dentro, sonrió.

Se que se comentó lo de hacer una cuenta aparte, pero me gustaría si pudiera, usar solo esta. Si no es posible, me crearé la otra.




Puedes tener todo el dinero del mundo, pero hay algo que no pordrás comprar.. ¡¡Un dinosaurio!!

#6

Otro día nublado... ¡Los odio!

Hace solo un par de días que estoy aquí y ya detesto este lugar. Para empezar apenas hoy a salido el sol, y el ruido de este sitio es insoportable. Y en lo referente a lo económico no es que sea mejor. ¿Cómo demonios es posible que no haya ni un solo empleo en esta ciudad? Sólo espero encontrar algo, y pronto, porque de un pequeño ahorro no se puede vivir toda la vida.

Y aquí estoy cruzando una enorme calle atestada de gente, sólo quiero llegar a mi casa, cerrar todo, para evitar que el ruido entre, y relajarme escuchando Debussy... Sólo su Claro de luna podrá levantarme el ánimo hoy.

En mi deseo de llegar antes a casa he decidido coger un "atajo" improvisado con la esperanza de no perderme. La calle está prácticamente vacía, pero aún así se oye el ruido de la principal. El sitio me llama mucho la atención, observo las casas una a una, me fijo en todos sus detalles, hasta el más mínimo.

Y de pronto, lo veo. Un pequeño edificio que parece que pelea por tener su propio hueco, escondido para sobrevivir. Y arriba un cartel en el cual, con una letra pulcra y estilizada, descansan las palabras "The Shadow Café". Su puerta entreabierta te invita a entrar, y poco a poco ese halo de misterio me va atrapando convirtiendo mi curiosidad en fascinación. ¿Qué será lo que hay ahí dentro? Y sin pensármelo dos veces me dirigí hacia ese lugar, y entré.

#7

Helena. Turno 1

Y en su afán de ganar las elecciones, ambos candidatos se han tachado de los típicos adjetivos entre contrincantes. McCain acusa a Obama de estrella mediática y éste, evitando utilizar la palabra racismo , le devolvió el cumplido llamándole cínico. Tendremos que esperar a los tres debates que tienen pendientes aún.
Helena parpadeó. Revisó rápidamente el artículo, corrigió alguna coma y dió al envío. En una hora comenzarían las rotativas su trabajo y a la mañana siguiente, los periódicos estarían ya en la calle. Habitualmente se quedaba un poco más conectada a internet, para informarse de noticias actualizadas, pero hoy no le apetecía nada. Lo único que quería era llegar a casa, darse una ducha y ponerse algo cómodo.
- " Sí que ha sido un día pastoso. El aire acondicionado no funciona como debería, me ha fallado la entrevista de hoy y no tenía nada enlatado para publicar. He tenido que improvisar y no me gusta nada hacerlo. Este artículo es francamente una porquería, no estoy nada satisfecha con mi trabajo hoy."
Recogió el móvil, la pequeña grabadora y la minicámara de su mesa y las metió en el enorme bolso. Aunque generalmente la acompañara un fotógrafo, ella siempre iba preparada por si surgía "la gran noticia", la que esperaba desde que inició su andadura periodística.
No la alivió mucho el salir a la calle. Era de esos días en que el ambiente resultaba desagradable. De ésos en que uno no sabía como vestirse por culpa del clima.
-" Y aunque lo supiera, daba igual. Hoy tocaba pantalones de vestir y chaqueta de ejcutivo o falda e idem. El político al que iba a entrevistar es clásico y hay que adaptarse para caer bien. Pero ha dado lo mismo. El muy...me ha dejado plantada sin contemplaciones porque a su mujer se le ha adelantado el parto y ya se han encargado los del corazón de dar la noticia. ¿Quién la mandaría a parir tan pronto? Ahora, este hecho eclipsará cualquier reportaje que haga al marido . La gente es así de tonta y da más importancia a un cotilleo que a los asuntos serios."
Mientras piensa, otea buscando un inexistente taxi. Odia conducir, prefiere pagar al taxista que el aparcamiento.
- "Total, pido factura, ya me reintegran gastos"-
.Pero no hay forma y el metro tampoco le parece opción dada la temperatura. Empieza a caminar sin rumbo fijo, sin darse cuenta de lo que hace. Está en uno de esos momentos en los que la gente, quizás cansada, tal vez aburrida, se pierde en su propia mente sin percatarse de lo que ocurre a su alrededor. Su constante situación de alerta y su olfato periodístico, en ese momento parece que la hayan olvidado. Despierta de su ensimismamiento cuando se percata de que está en una calle desconocida.
- " Pero bueno. ¿Cómo he podido llegar aquí?. Menudo despiste el mío! Estas distracciones hacía muchísimo que no me pasaban, sí que debo estar cansada".
Echó un vistazo a la calle. Su ojos no repararon en nada especial, pero su sexto sentido despertó.
- "Es normalita, pero tiene algo que..."
De nuevo miró, esta vez más detenidamente y entonces la vió: Allí estaba. Como si la acabaran de plantar en un pequeño hueco de la calle. Como si hubiera estado ahí toda la vida. Como si la hubiera esperado siempre.
La alta y morena mujer, de unos 35 años, sacudió sus pantalones azules, a juego con la chaqueta. Se acomodó la cartera al hombro y se encaminó hacia aquel umbral que la llamaba. Empujó la entreabierta puerta y entró en The Shadow café.



#8

- Creo que también me llevaré éste - digo al dependiente, mientras le tiendo otro enorme libro sobre el mostrador. En este caso, "Vudú: viaje a los misterios de Haití" de Manuel Carballal. Y con este van cinco. Probablemente, el tipo que me atiende piensa que soy un brujo, un chamán, un loco o perteneciente a cualquier secta extraña. Mira el libro como con asco, y tras apuntar la cuantía del mismo le quita el polvo acumulado durante años con un trapo sucio. Sin embargo, cuando le entrego mi DNI para comprobar la visa, la indiferencia y hastío de su mirada dejan paso a una poco disimulada expresión de sorpresa.

- ¿Ignacio Ruiz? ¿El mago? - me pregunta, blandiendo mi documentación como si fuera una prueba evidente de que es portador de la verdad absoluta.
- Ehhr... sí, soy yo - Me pasa a menudo, pero la verdad es que me avergüenza bastante que me reconozcan por la calle. Y que me llamen mago también es algo que me choca, pero he aprendido a no corregir a la gente. Además, seguro que lo que yo hago en el escenario es lo más parecido a la magia que verá nunca, ¿no?

Pasa un buen rato hablando conmigo y diciendo lo mucho que le gustan mis actuaciones. Luego me pide que le hable del nuevo espectáculo que preparo, del cual sólo me permito darle detalles someros. Tras todo ello, y después de firmarle tres dedicatorias distintas y recibir un generoso descuento que rechazo, logro salir de la librería. Respiro aliviado y miro al infinito.

El día es oscuro y triste. ¿Qué hora es? Podría ser cualquiera. Miro mi reloj; aún hay tiempo de llegar al café. De hecho, es muy probable que Yenevier me esté esperando allí. Como no está tan lejos y la mochila no me pesa demasiado, decido ir caminando a paso ligero.

Consigo avanzar bastante rápido entre la gente sin que nadie se percate de mi presencia. Es posible que mucha gente no me conozca, pero sé que mi rostro es, a estas alturas, bastante popular en algunos sitios. Sobre todo después de la última actuación que hice la semana pasada. La gente es así... haces levitar un camión de bomberos sobre sus cabezas, y se acuerdan de tu cara cuando te ven. ¡Qué demonios, mentiría si dijera que no adoro mi trabajo!

Mi móvil vibra en el bolsillo. Es mi hermana, Blanca.

- ¡Nacho! ¿Donde estás? Llevo llamándote un buen rato.
- ¿En serio? Discúlpame, estaba comprando unos libros y el dependiente me entretuvo.
- Si, claro, porque a tí no te gusta fanfarronear delante de los admiradores, ¿verdad?
- Vamos, Blanca, no seas así. Sabes que normalmente intento pasar desapercibido. Además, te he comprado un regalo...
- ¿Ah, sí? - su expresión cambia completamente - ¿El qué? ¡Dime!
- Sí, un libro que me recomendaron. Se titula algo así como "En costas extrañas"...

Hablando con Blanca pierdo la noción del tiempo. Sigo caminando a buen ritmo esquivando las zonas donde se agolpa más gente. Cuando quiero darme cuenta, estoy justo enfrente del Shadow Cafe. Nadie repara en él, todos pasan de largo sin mirar siquiera. Mejor para mí. Abro la puerta y me adentro en el local. ¿Qué tendrá Yenevier que ofrecerme? Quizá un útil espejo reversible... no, tal vez un buen trozo de cordón frappé. Dios, ojalá sea cordón frappé.

#9

Ya llevaba un buen rato corriendo pero sabía que no podía parar.
"¿Cómo iba a saber que esos tipos eran de la mafia?"
La sangre que manaba generosamente de la herida en su pómulo izquierdo resbalaba por su cuello, introduciéndose en su andrajosa camiseta negra. A lo lejos todavía se oía:
"¡¡¡O´BRIEN TE VAMOS A MATAR!!!"
Ya estaba acostumbrado a lidiar con situaciones de este calibre, pero siete eran demasiados. Quizás con dos whiskies más… estas son las consecuencias de llevar casi 8 años viviendo en la calle: de albergue en albergue buscando cobijo y de bar en bar buscando algo que llevarse a la boca. El dinero no es problema: póquer, dardos… esta vez se las había buscado por hacer trileros. Esos tipos no eran tan tontos como parecían; cuando ya daba por hecho que iba a desplumar al pardillo de turno, los otros dos hombres que atendían al juego levantan los vasos restantes y descubren que no hay bola en la mesa, cosa que pareció no gustarle demasiado al de la derecha, pues se le escapó un puño rápido que lo habría tirado al suelo de no ser por sus reflejos felinos. Aún así, le alcanzaron en la cara al salir huyendo del callejón; descubriendo que la calle estaba atestada de sicarios del capo con el que había topado.
Tras haber girado alocadamente un par de esquinas intentado perder de vista a sus perseguidores, encuentra una calle oscura donde parar a tomar un respiro. Enjugándose el sudor de la cara se percata de que la herida sangra todavía.
"Es más grave de lo que pensaba" – titubea mientras se limpia las manos en su ajado vaquero ancho- "supongo que ahí habrá un baño."
Su vista se alterna entre el letrero del The Shadow Café y el final del callejón; respira por fin tranquilo y camina acercándose a la puerta, mientras escudriña el interior a través de la luna empañada, para finalmente cruzarla.



"Eh! Qué estás mirando?"

#10

Abrió la puerta de casa, restregándose una vez más los ojos llorosos. En momentos así, hubiera deseado tener algo de maquillaje en el tocador y saber cómo usarlo. Se sentía tonta, indignada consigo misma. Sabía que su reacción era absurda, en principio ella misma pensó que sus lágrimas habían sido provocadas por la emoción de la noticia que su hermana acababa de darle por teléfono… pero después de despedirse de ella, sintió que aquel acontecimiento las alejaría definitivamente, a pesar de todas las veces que le había dicho “vente con nosotros, no tienes por qué quedarte ahí sola”

Sí, sí tenía por qué. El traslado de su cuñado fue la excusa perfecta para dejarles volar. No tenían por qué seguir responsabilizándose de ella y de sus fracasos. Ya era mayorcita y tenía que luchar por sus propios sueños. Pero ¿realmente los tenía? Deseaba superar sus miedos y volverse autosuficiente, pero a la vez echaba terriblemente de menos sentirse protegida y amparada. Estos sentimientos contradictorios la frustraban más todavía, porque quería demostrarse a sí misma que podía avanzar y ser feliz. Que podía encontrar su lugar en el mundo y conseguir que su hermana se sintiese orgullosa de ella.

Aquella tarde cuando había salido del trabajo estaba relativamente contenta. Había sido un día tranquilo en la tienda y se había reencontrado con una compañera de clase que, curiosamente, la recordaba. No pensaba que nadie pudiera reparar en ella, aparte de su hermana, claro. Aunque incluso ella, a partir de ahora, tendría menos tiempo para llamarla, para preocuparse por ella, para interesarse por su vida. “¿Mi vida?” se dijo. “¿Qué sentido tendrá realmente para mí?” Era un mal momento para hacerse esa pregunta, porque le entraban ganas de llorar de nuevo. Realmente no quería pensar, sólo entrar en el Shadow Café, retomar la lectura del libro que había estado leyendo allí la noche anterior, y perderse en mundos donde su rutina y sus insignificancias desaparecerían por completo, al menos durante unas horas.